lunes, 15 de enero de 2018

MEMORIA DEL ESCULTOR RESTITUTO MARTÍN GAMO

Natural de Condemios, la provincia tiene una deuda de reconocimiento con uno de los más grandes escultores del siglo XX que ha dado Guadalajara

   El 15 de enero de 2006, a los 92 años de edad, pasaba a la historia quien en vida fue uno de los grandes artistas que ha dado la provincia de Guadalajara al siglo XX, Restituto Martín Gamo. Había nacido en Condemios de Arriba el 24 de septiembre de 1914 y, a pesar de que pasaba a la historia como escultor, su obra iba mucho más allá, puesto que también se significó con el dibujo, la pintura o la cerámica.

   Llevaba, a la hora de su fallecimiento, quince años de silencio. El público en general no había sabido de él desde que en febrero de 1992 se le hiciese entrega, en Madrid también, en una sesión extraordinaria de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, del premio José González de la Peña “Barón de Forma”, correspondiente a 1991, reconociendo la labor de toda una vida dedicado al arte. Guadalajara, su provincia, no tenía noticia de su nombre, ni de su obra, desde que mediada la década de 1960 se dejó de hablar de él. Entonces, en esa época, había pasado al mundo de la prensa mediática como el autor de la obra más grande jamás tallada, la del “Coloso de Rodas”. 



   Podía tener una explicación. Restituto era hijo de la emigración. Aquella dura emigración de los inicios del siglo XX que se fue agravando con el paso de los años. A pesar de que ni olvidó su localidad natal, ni su provincia. Marchó a Madrid en la década de 1920 con su familia, para forjarse un horizonte. Y no tardaría en descubrir su pasión, por el arte en general. Sus comienzos son dignos de los grandes autores de aquellos tiempos. Del mundo de la épica novelesca. De la trayectoria que recorren los genios. Tanto que, nuestro paisano, ya iniciado en los estudios de arte, con algunos amigos más, a la sana edad de 19 años, emprendió lo que podría llamarse “camino iniciático”, entre Madrid y Valladolid, a pie, para conocer el arte entre ambos puntos, con destino final en el flamante Museo de Escultura de Valladolid. Una épica que recogió la prensa del momento. Corría el año 1933, cuando solicitó, y obtuvo, una beca de la Diputación Provincial de Guadalajara, que le fue concedida a partir de 1934, para llevar a cabo estudios de pintura. Quinientas pesetas anuales, de aquellos entonces.

   Y llevó a cabo sus estudios, con aprovechamiento. No había más remedio. Obtuvo un Premio Extraordinario en la Escuela de Artes y Oficios, y completó su formación en la Real Academia de San Fernando y en el Círculo de Bellas Artes, significándose en el dibujo al natural. Esto le llevaría a formar parte de la élite de autores y artistas que participaron en 1937 en la gran Exposición Universal de París que nos ha dejado un nombre, por encima de todos los demás, el de Picasso y su Guernica; pero al lado de aquel también estaba parte de la obra de nuestro paisano, en forma de nueve dibujos con un título significativo para el momento: “Composición sobre la muerte y la guerra”, que en la actualidad pueden contemplarse en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.

   En la década de 1940 colaboró con Víctor Macho, de quien fue uno de sus más aventajados alumnos; y creó estudio propio en la calle de Mendizábal de Madrid junto a otro de los grandes pintores del momento, el palentino Pedro Mozos; y recibió, en 1943, el Premio Nacional de Escultura, por una de las obras que forjarían su futuro: “Constancia y Fe”. Ya que fue entonces cuando conoció a Juan Ruiz de Luna, uno de los mejores ceramistas de la reciente historia del arte nacional, con quien pasó a colaborar. La obra cerámica de Restituto Martín puede observarse en la actualidad en el museo de cerámica de Talavera, dedicado a la familia Ruiz de Luna. Para los poco doctos en cerámica digamos que a los talleres de Ruiz de Luna, y de su hijo Alfredo, pertenece la azulejería que rotula las calles del centro de Madrid, y fue la portada cerámica de la desaparecida Casa de Guadalajara en Madrid.

   Casa de Guadalajara en Madrid en la que Restituto Martín también estuvo involucrado. Fue uno de sus refundadores en los primeros años de la década de 1960, y miembro de su Junta Directiva durante aquellos, como lo fue anteriormente de la tertulia “La Colmena”, liderada por Francisco Layna, que trató de cambiar el ser y sentir de la provincia de Guadalajara.



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   Entonces, en esta década, Restituto Martín había pasado a ser el autor de la obra escultórica más grande jamás tallada. Se trataba del “Coloso de Rodas”. Una escultura de cincuenta metros de altura, elaborada para la película de aquel título, dirigida por Sergio Leone, que forjada en un solar del pueblo de Barajas tuvo, por desacuerdos de las productoras, una vida breve. Montada en el puerto de Laredo tan sólo vivió los quince días que se utilizaron en el rodaje, después fue desmontada, a pesar de que hubo intentos de que permaneciese en el lugar e, incluso, ocupase el lugar de la primitiva, en tierras griegas. No fue la única colaboración con el cine. Para Samuel Bronston, tallaría otras muchas obras. Destacan, entre todas, las que figuraron en “La Caída del Imperio Romano”.

   Corría la década de 1960. Cuando nuestro paisano, además de tallar grandes obras para las producciones cinematográficas producía, en su taller de la madrileña calle del Doctor Ferrán, tallas de arte religioso, para reponerse en iglesias de las que desaparecieron durante la Guerra Civil, o para otras nuevas. Tallas en madera. De las que destacan las de la capilla de San José, en la iglesia de Santa Rita, de Madrid; o las de la también iglesia madrileña de Cristo Rey, en el barrio de Usera. Su obra, incontable, se desparrama por media España. También sus bronces, incontables: desde el Pío Baroja de la calle Okendo de San Sebastián –sobre la obra en piedra de Víctor Macho-, a la Isabel la Católica o Pedro de Estopiñán que presiden las principales plazas de Melilla.

   En el Museo de Cera de Madrid dejó para la posteridad la talla de quien fuera presidente de los EE.UU., Jimmy Carter. Escultura que le fue encargada cuando Restituto Martín, en la década de 1970, había pasado a engrosar la escasa nómina de restauradores del Museo del Prado. Época en la que, a pesar de su nombre y popularidad, no dejó de trabajar, ni de estudiar. En 1974 todavía le fue concedida una de las prestigiosas becas de estudios, de Artes Plásticas en Italia, por la Fundación March.

   Nada, prácticamente de su obra, se conserva en Guadalajara. Quizá porque nadie se interesó en ella. A pesar de que diseñó los rótulos de lo que estaba llamado a ser “Museo Tomás Camarillo”, de la Diputación Provincial. Ya que llevó a cabo también numerosas tallas, y frisos, para la industria. Destacan los de Myrurgia y los del Banco de Aragón, estos diseñados en su Condemios natal. Como dejó su nombre inscrito en los “Festivales Medievales de Hita”, ya que fue el autor de numerosos decorados en la década de 1960.


   TRES LIBROS PARA CONOCER ATIENZA A FONDO.



   Su obra es digna de estudio y reconocimiento; figura entre los grandes de la escultura del siglo XX. A pesar de que prácticamente nada lo recuerde en su provincia o localidad natal, cuyo nombre le acompaña. Tan sólo una talla, la de la Virgen de la Antigua, que presidió la Casa de Guadalajara en Madrid, puede verse en la capital de la provincia; en la iglesia de las Carmelitas, a ella trasladada cuando desapareció la Casa de Guadalajara madrileña.

   Sin duda merece algo más. Porque todavía, lo más importante de su obra, la que hizo para él, esa que se conserva con devoción y nunca ha sido expuesta, está por descubrirse.

   Guadalajara, y Condemios de Arriba, están en deuda con quien ha paseado su nombre por la historia del arte del siglo XX. Porque Guadalajara también es arte, además de monumentos y literatura. A pesar de que, el próximo 15 de enero, aniversario de su fallecimiento, tal vez una de las pocas personas que lo recuerden sea su hija María. Esperemos que, tras leer esto, lo recuerden muchas personas más. Y su nombre ocupe el lugar que merece.

Tomás Gismera Velasco
Nueva Alcarria, Guadalajara, 12 de enero 2018